viernes, marzo 29, 2024
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Vivían tranquilas en sus casas, pero la ola de desaparecidos las volvió hasta expertas forenses

Ellas se convirtieron en expertos forenses, en peritos. Saben qué hueso es el cúbito, el fémur, el radio, cómo es el cráneo y cuántas vértebras tiene la columna humana. Saben también cómo clasificar restos humanos y los cuidados que deben tenerse para resguardar la llamada cadena de custodia.

Todo eso lo aprendieron casi por obligación. Sucedió porque sus hijos, hermanos y parejas fueron desaparecidos.

Del 23 al 26 de enero de 2017, tres policías municipales de Culiacán fueron desaparecidos, pero sólo a uno lo encontraron. Sus restos estaban calcinados en una fosa clandestina. Los otros dos siguen sin ser localizados.

Esos dos policías son Yosimar García Cruz y José Antonio Saavedra. Ambos tienen una carrera en la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal, pero la institución dejó de buscarlos, pese a que abrió un proceso interno para tratar de conocer por qué ocurrieron los plagios.

María Isabel Cruz, madre de Yosimar, recuerda que antes de la desaparición de su hijo, ella se dedicaba a su casa. Antes de que desaparecieran a su hijo ella vivía fuera de Sinaloa, atendiendo a su pareja. Era una ama de casa despreocupada, dice.

Ella sólo estudió hasta el segundo semestre de la preparatoria, no vio una necesidad de tener una carrera. No pensó nunca en que algún día tendría que ser una profesional y presentarse en escenarios públicos junto a fiscales, gobernantes y el Presidente de la República.

Su hijo fue desaparecido cuando recién había llegado a casa. Ese día un grupo armado se estacionó fuera de su casa, tocó su puerta y después de varias amenazas se lo llevaron. Era el tercer policía desaparecido en menos de una semana.

Cuando ocurrió el plagio, el Gobierno de Sinaloa sostenía que la ola de violencia, que ese mes dejó 118 asesinatos y más de 100 desapariciones forzadas, era porque grupos delictivos del Cártel de Sinaloa tenían una pugna interna, la cual incluyó ataques a policías.

De acuerdo a las estadísticas de la Fiscalía General, en 2017 ocurrieron 21 asesinatos de policías. También se suman las desapariciones de García Cruz y Saavedra Ortega.

¿Pero por qué sus madres, hermanas, hermanos, parejas los buscan?

La pregunta quizás es innecesaria si se observa que el nivel de impunidad en 2017 sobre asesinatos es de 97 por ciento y que sobre desapariciones es de 100 por ciento.

Sin observar esos números, la señora María Isabel explica que esas búsquedas suceden por necesidad de descanso.

“¿Yo qué necesidad tengo de estar buscando?, yo podría estar con mi marido en mi casa, atendiéndolo. Pero si yo supiera dónde está, si yo tuviera un hueso y me dijeran que es el de Yosimar, yo me voy y ya descanso, pero mientras no”, señala.

Para encontrar ese descanso, esa paz, aprendió a usar pico, pala y varillas especiales, de esas que tienen orificios en las puntas para que cuando se claven en la tierra se queden restos que pueden servir para identificar si debajo de la tierra hay restos humanos. Es, tal vez, una técnica arcaica, pero infalible. De esa forma se han encontrado más de 150 cuerpos en los últimos dos años por los seis colectivos diferentes que existen en Sinaloa.

La señora María Isabel forma parte de Sabuesos Guerreras, que se creó apenas en 2017, después de que un grupo de mujeres y hombres quisieron agilizar búsquedas y no depender de las decisiones de funcionarios públicos.

Desde la creación del grupo, ella y otras mujeres volvieron a las aulas. Comprendieron que necesitaban aprender sobre medicina y biología humana, sobre técnicas forenses y antropológicas.

“Yo estudié apenas hasta el segundo semestre de la prepa, y mira, ahora ya hasta vamos a estudiar y nos van a dar constancia oficial”, señala.

En su pecho, la señora María Isabel porta una credencial que le sirve para poder integrarse con peritos y médicos forenses en la examinación de restos humanos.

Ella, junto con las demás mujeres y hombres del colectivo, puede, de hecho, servir como asesora de la Fiscalía General del Estado.

Llegar a ese punto, insiste, fue una necesidad de encontrar la paz, la cual se motivó después de que vio que las autoridades no cumplían con esa función.

Cuando se le pregunta a la señora María Isabel qué pasará después de que encuentre a su hijo, ella responde que no sabe, sólo que cree que descansará y que dejará de ser parte de la cifra dura de víctimas de desaparición.

De acuerdo al Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas, en Sinaloa hay 5 mil 819 casos de personas desaparecidas, una cifra avasallante que refleja el problema que existe sobre la investigación de ese delito en el Estado.

La señora María Isabel se convirtió, sin querer, en un forense. Se convirtió en una asesora. Se convirtió en una buscadora. Se convirtió para encontrar a su hijo Yosimar.

SINEMBARGO

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