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¡En total olvido, zona arqueológica El Pital!

San Rafael, Ver.- La zona arqueológica El Pital, descubierta hace más de 20 años, podría considerarse como el eslabón perdido entre las culturas del altiplano y la costa del Golfo de México, además del descubrimiento más importante del mundo prehispánico en cuanto a extensión, ya que los rastros de esta ciudad se prolongan en un radio de 100 kilómetros.

En el año de 1994, un equipo de arqueólogos, bajo la dirección del profesor estadounidense Jeffrey Wilkerson, provenientes de National Geographic Society, llegó a la comunidad El Pital, en aquel entonces municipio de Martínez de la Torre, con la intención de estudiar la comunidad, ya que habían escuchado rumores sobre algunos vestigios y ruinas de algunas posibles pirámides, comenzando así los estudios arqueológicos que permitieron revelar los restos de antiguos asentamientos humanos pertenecientes a la cultura totonaca y que se cree que también fue parte de la cultura náhuatl.

A pesar de la importancia del lugar y de las denuncias que los lugareños han realizado en torno a supuestos saqueos de importantes piezas arqueológicas, hasta hoy el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) no ha hecho nada para preservar la zona arqueológica de El Pital, ubicada en la comunidad del mismo nombre, la cual es todavía más grande que la de El Tajín, ubicada en el municipio de Papantla, pero desafortunadamente se encuentra en total abandono.

Conocida como El Eslabón Perdido, esta zona portuaria prehispánica, anterior a la civilización azteca y casi contemporánea a las primeras culturas mayas, disponía de un sistema de campos para la agricultura intensiva, compuesta por una red fluvial artificial rodeada por terrazas a lo largo de 100 kilómetros cuadrados, con aproximadamente 153 pirámides que actualmente están bajo maleza y, en algunos casos cubierta por cultivos de plátano, naranja y limón, que pertenecen a campesinos que se dicen dueños del lugar y también han colaborado en gran parte de la destrucción de algunos monumentos.

Esta ciudad prehispánica disponía de un sistema de campos para la agricultura intensiva compuesta por una red fluvial artificial y en su alrededor terrazas, las cuales se encontraban rodeadas por aguas salinas que tenían acceso a canales artificiales de agua dulce, para el consumo diario, y representa un modelo de desarrollo urbano y agrícola integral situado entre los años 100 y 500 años antes de Cristo, por lo que es considerado como un pionero de la ecología cultural.

El Pital es anterior a El Tajín y su civilización se desarrolla entre 300 y 900 años antes de Cristo. Fue el antiguo límite de un corredor cultural que iba desde Teotihuacán, a unos 53 kilómetros de la actual capital de México hasta el norte del estado de Veracruz, ya en el Golfo de México. El templo más grande localizado en esta ciudad prehispánica tiene aproximadamente 72,900 metros cúbicos de volumen, está relleno de barro y recubierto de estupo, una mezcla de cal con agua.

Algunos expertos en arqueológica e investigadores universitarios mexicanos estiman ya que El Pital va a alterar con toda probabilidad el concepto existente hasta ahora de la historia y de las culturas de Mesoamérica. La zona de El Pital estuvo altamente poblada hasta el siglo XVI, que es cuando por este mismo corredor penetran hacia México las primeras expediciones de la conquista dirigida por Hernán Cortés. La mayoría de los pobladores, ya no solo de esta zona sino también del resto del sureste mexicano, esencialmente mayas, murieron por diversas epidemias.

En torno al abandono en el que se encuentra esta importante pieza de la historia de México, los integrantes de la asociación civil El Eslabón Perdido cuentan que aunque se ha buscado el acercamiento con el INAH, hasta la fecha no han tenido mucha respuesta, sin embargo, aseguran que los integrantes de la agrupación se han dado a la tarea de enumerar las pirámides y resguardar toda la zona para evitar que los saqueadores sigan llevándose las piezas de jade y barro que abundan en ese lugar.

“Nosotros somos los que limpiamos y los que estamos tratando de frenar la destrucción de esta maravilla prehispánica que estuvo altamente poblada hasta el siglo XVI y que hoy se encuentra en peligro; aquí nos organizamos y hacemos vigilancia para evitar que los saqueadores sigan haciendo de las suyas y para conservar los asentamientos que conforman este maravilloso lugar”, señalaron.

Cabe mencionar que este tema se ha abordado por muchos medios locales y nacionales, pero por desgracia el INAH sigue haciendo como que no escucha, ni ve; lo más triste es que los antropólogos mexicanos ya ni se interesan en el estudio de estas ruinas, que hoy corren la misma suerte de otras de esta región, como las que se ubican en la comunidad Pueblo Viejo y Cañadas, en el municipio de Martínez de la Torre, las cuales hasta hoy permanecen totalmente olvidadas.

Por ÉDGAR JUÁREZ GÓMEZ

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