Plaza Cívica

Aspiracionismo y solidaridad

Enrique Fernández Ramírez

Mucho se ha polemizado sobre las declaraciones que hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador,  en una conferencia matutina, sobre las clases medias. Entre otras cosas, dijo que  quienes tienen licenciatura, maestría o doctorado eran difíciles de convencer; que un sector de la clase media son aspiracionistas, que quieren triunfar a toda costa; que son egoístas y clasistas.

Estas declaraciones han sido motivo de gran escándalo e indignación para muchos. No pocos se han rasgado la vestiduras y con grandes aspavientos han expresado “¡Qué barbaridad, miren lo que dijo!” “¡Ya insultó a las clases medias!”

Vayamos por partes. Quienes han usado estas declaraciones para denostar al presidente, y en consecuencia a la política de transformación del país, lo hacen sacando de contexto las frases del presidente. Estas expresiones se dieron a pregunta expresa sobre los resultados electorales de la Ciudad de México, donde Morena sufrió un revés significativo en las elecciones. Por lo que, no debe hacerse una generalización del contenido de estas declaraciones.

Sería aventurado afirmar que el lado poniente de la Ciudad de México está habitada mayoritariamente por la clase media, y que en la parte oriente son en su mayoría de clase baja.

Lo cierto es que existe una gran diversidad de población perteneciente a las distintas clases sociales en ambas partes, es decir, la Ciudad de México es diversa en su población.

No obstante, conviene recordar que la realidad es percibida e interpretada dependiendo desde la perspectiva desde la cual se mire. No es únicamente cuestión de clases sociales. La interpretación y comprensión de la realidad responde a una mentalidad, la cual se forma a partir del tipo de educación recibida y la experiencia vivida.

En las alcaldías y distritos donde perdió el partido en el poder, predominó una visión adversa a las políticas de la cuarta transformación. Optaron por darle la espalda a los más necesitados. En tanto en los que ganó Morena y sus aliados, votaron por darle continuidad a los procesos de transformación del país.

Es cierto que hay un sector de la población que no está de acuerdo con los programas sociales que ha implementado el gobierno. Lógicamente que estas personas votaron en contra de Morena y sus aliados.

Aún cuando el partido en el poder tendrá nuevamente mayoría en el Congreso, gobernará en diecisiete estados y tendrá mayoría en diecinueve congresos locales, no deja de ser un foco de alerta que haya habido un  retroceso en el que fuera un gran bastión del obradorismo en México. Un gran sector de la población sigue sin comprender en que consiste la política de transformación del nuevo régimen.

En el libro “La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada”, su autor, Gilles Lipovetsky, sostiene que “Así como en nuestra época ha aparecido una nueva economía de mercado, también somos testigos de una nueva era del individualismo, que acentúa un sistema de valores que propone al individuo libre, igual, como valor central de nuestra cultura, como fundamento del orden social y político”. En este sistema “el individuo se alza como referente último del orden democrático.”

Como se puede advertir, en algunos sectores de la población hay una dinámica de la individuación. Una tendencia de la existencia individual cada vez enfocada hacia sí misma, la búsqueda de un bienestar personal y consumista.

Invadidos por la información y la publicidad de un mundo placentero, hedonista, la pobreza adquiere un nuevo rostro. La inmensa mayoría está ya subsumida en el universo del bienestar y todo el  mundo aspira a gozar del consumo, el ocio y las marcas. Todos, al menos en deseo somos hiperconsumidores.

Por eso el presidente dice que son aspiracionistas y egoístas. Pues quieren alcanzar un nivel de bienestar que les ofrece el mundo-consumo. Esto es legítimo y estaría correcto, si no negaran a los otros la posibilidad de que el Estado les proporcione las oportunidades que no tienen.

El mismo autor, Gilles Lipovestky, en otro libro titulado “La felicidad paradójica”, señala que “En el curso de unos decenios, la sociedad opulenta ha trastocado los estilos de vida y las costumbres, ha puesto en marcha una nueva jerarquía de objetivos y una nueva forma de relacionarse con las cosas y con el tiempo, con uno mismo y con los demás”

La vida en presente ha reemplazado a las expectativas del futuro histórico y el hedonismo a las militancias políticas; la fiebre del confort  ha sustituido a las pasiones nacionalistas y las diversiones a la revolución.

La discusión se ha centrado en afirmar que el presidente no valora la cultura del esfuerzo. Que condena el tener sueños, anhelos, aspiraciones, metas, deseos de triunfar. Nada más alejado de la verdad.

Estas son afirmaciones descontextualizadas que desvían la atención del verdadero problema: el apoyo o no a la política de transformación de la vida pública de México. Esta es la cuestión.

Por lo demás, es legítimo tener aspiraciones hacia una vida mejor, mediante el estudio y el trabajo esforzado y que, en consecuencia, se logren satisfactores que brinden un mejor nivel de vida. Pero no es ético negar, mediante el voto, que se distribuyan los recursos a quienes más lo necesitan.

Es válido querer superarse, y se reconoce. Lo que no se vale es que perdamos la dimensión comunitaria y adoptemos una perspectiva individualista del “sálvese quien pueda”.

Si las denominadas clases medias no apoyan directamente a quienes esperan una mínima oportunidad para ver un poco de luz en el camino, es justo y congruente que permitan al Estado proporcionar los recursos y oportunidades que los impulsen a alcanzar una vida digna.

Para tener un mejor país, es imperativo que seamos solidarios y no perdamos el espíritu comunitario que nos humaniza.