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Día Nacional del Libro

Enrique Fernández Ramírez

Como un reconocimiento al valor que tienen los libros como portadores de cultura, ciencia, arte, creatividad y entretenimiento, en nuestro país se ha destinado un día para festejarlos. Es por eso que el 12 de noviembre se conmemora El Día Nacional del Libro. Fue en el año de 1979 que fue instituido por decreto presidencial de José López Portillo, en el marco del aniversario del natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz, también conocida como la Décima Musa, defensora del derecho a leer, una mujer entregada a los libros y la pasión de leer.

Sor Juana Inés de la Cruz fue precursora de las luchas feministas y de la lucha por la defensa de los derechos de las mujeres. No obstante los obstáculos y adversidades que enfrentó en su tiempo por su condición femenina, logró realizar estudios que sólo estaban permitidos para los hombres y vedados para las mujeres. Como defensora de las luchas de género fue una mujer que se adelantó a su época.

Los libros, como objetos del deseo de la Décima Musa, fueron enormemente asediados como un valioso tesoro. Luchó con denuedo para lograr abrevar de ellos los conocimientos, la cultura, el arte y la sabiduría encerrados entre sus páginas.

Sor Juana fue una voraz lectora de los más reconocidos escritores de su época, así como de la literatura clásica. Este bagaje cultural alimentado por sus numerosas lecturas la llevó a producir una vasta obra literaria que ha trascendido el devenir del tiempo, y ha llegado hasta nuestros días.

En ese sentido, es un acierto que el día dedicado a festejar al libro coincida con la fecha de nacimiento de alguien que amó los libros, que luchó por ellos, pero sobre todo, mediante su lectura, valoró intensamente la posibilidad que brinda un libro de cambiar el destino de una persona, de un pueblo, de un país y de la humanidad.

Mediante la conmemoración del Día Nacional del Libro se honra el natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz, máxima exponente de la literatura mexicana.

Por otra parte, el libro ha sido un medio de transmisión cultural en la historia de la humanidad. En la actualidad, a pesar de la incorporación de las nuevas tecnologías, sigue siendo un recurso fundamental para el desarrollo de cualquier  persona o sociedad. 

Por ello existe una gran diversidad de libros: unos son altos, otros chaparros; hay libros gordos y otros flacos; hay de colores claros, hay oscuros, hay azules; los hay con imágenes y los hay de puras letras; impresos y ahora también en formato electrónico. Como sea, el libro resulta el mejor compañero del ser humano, cuya mayor demostración de amistad consiste en leerlos, comprenderlos, comentarlos  y compartirlos.

Porque a los libros hay que leerlos para que cumplan su función de ser portadores de información, de escritura creativa, de instrucciones, de historias, de fantasía, de poesía, de viajes por el mundo. De lo contrario, si no se leen son, como dice Miguel Ángel Vargas, sólo manchas de tinta en el papel.

Porque cuando un libro está guardado y nadie lo hojea ni lee, las letras y palabras son manchas de tinta que duermen entre las páginas. Pero cuando alguien toca el libro, las letras y las palabras rápido despiertan y se distribuyen por las páginas formándose en el orden en que deben de ir, creando ideas, historias, relatos, versos. Es la magia que produce el acto de leer.

En un texto, Jaime Moreno Villarreal, relata que un niño no llegó ni a la segunda página la primera vez que trató de leer un libro que tenía puras letras. El niño sólo había leído los libros de la escuela, que siempre tienen muchas ilustraciones, también había leído historietas donde las letras son pocas y aparecen encerradas en globitos, y donde cuentan mucho los dibujos.

Pero ese libro era un volumen gordo, con las letras pequeñitas. Para leerlo habría que dedicarle mucho tiempo. Sin embargo, le dieron muchas ganas de conocer lo que decía y, al empezar a leerlo sintió que podía ver correr su vida por delante, que todo lo que en esas líneas iría aprendiendo le iba a servir para siempre. Aquí el autor destaca el valor cultural y la trascendencia humana de leer un libro.

Lo interesante es la reflexión que hace el niño cuando llega al final del libro. La lectura nunca acaba, piensa. No hay que creer que al terminar un libro se ha terminado de leer. Uno tiene que seguir leyendo. Uno podrá terminar de leer un libro y luego otro, pero nunca hay un final de la lectura.

Cuando se ha llegado a este nivel lector, se tiene a una persona que disfruta de la lectura y se hace acompañar de libros, se rodea de libros, anda a la caza de novedades literarias, al mismo tiempo que valora y lee a los mejores autores contemporáneos y clásicos.

Sin embargo, los datos sobre lectura en México no son alentadores. En un reporte, el INEGI revela que en los últimos cinco años hay 9.2% menos de población lectora, y que el promedio de libros leídos en el último año se sitúa en 3.7% libros por lector.

En este mismo estudio se da a conocer que son varios los factores que fomentan la lectura. El nivel de escolaridad es uno de ellos, leen más las personas con al menos un grado de educación superior que quienes no han acabado la educación básica; el nivel de escolaridad también se refleja en el tiempo que le dedican a la lectura: dedican más tiempo a la lectura quienes tienen mayor grado de estudios.

Otro factor que juega un papel importante en los hábitos de lectura es el fomento o motivación para leer que se recibe en el hogar y en la escuela. En este aspecto tienen una gran incidencia los padres, los maestros, la escuela y la educación en general.

El informe del INEGI concluye que “El fomento a la lectura en la escuela y el hogar es un camino para el desarrollo social y una apuesta por la inversión en la gente a través del fortalecimiento de sus capacidades, ya que contribuye a la formación de la población, a su acercamiento a las expresiones de la cultura y al desarrollo de una conciencia crítica”

La educación tiene una gran deuda con los libros. La escuela debe renovar sus estrategias de fomento de la lectura. Para motivar a leer no bastan los desfiles de niños disfrazados de personajes de cuentos infantiles, ni la exposición de textos memorizados por lo niños, que muchas veces hacen de la lectura algo desagradable y no disfrutan lo que leen.

Leer y compartir la lectura en el aula son prácticas que exigen una mente abierta y una disposición democrática. Cuando el maestro deje de ser un capataz y se convierta en otro lector amigable que ayuda a comprender y sentir la lectura, los libros dejarán de ser una tortura. Hacen falta más maestros lectores para contagiar el placer de leer y el amor por los libros.

¡Feliz Día Nacional del Libro!

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