Hace unos momentos Estados Unidos anunció de manera oficial su salida del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, una de las dependencias internacionales más importantes y con mayor labor humanitaria en el mundo a la que Trump se ha dedicado a criticar y desacreditar considerándola hipócrita por su sesgo político con Israel y servir más a países como Venezuela, Cuba o China, e ineficiente desde su punto de vista.
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Al respecto se pronunció el encargado de la política exterior de Estados Unidos, el secretario de Estado Mike Pompeo, quien se refirió al Consejo como uno con buena voluntad, pero con doble moral: “Esta dependencia internacional es un pobre defensor de los derechos humanos en el mundo, seamos honestos”, declaró en conferencia de prensa Pompeo.
A él se unió la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, quien durante la era Trump se ha encargado de reprobar el accionar, no sólo de las dependencias, sino de la propia ONU.
Este polémico anuncio se da en medio del decreto político de Trump en separar a las familias de inmigrantes detenidas en la frontera sur y que arremete contra los derechos humanos de los implicados. Lo más grave del asunto es la separación de niños menores de sus padres quienes además son encerrados en jaulas dentro de los centros de detención de la patrulla fronteriza estadounidense. Esta ley ha sido duramente criticada y comparada con lo que hacían los nazis en los campos de concentración.