Luego de la Segunda Guerra Mundial, la Organización de las Naciones Unidas se establece con el propósito de salvar a las generaciones venideras del flagelo y devastación de la guerra, para la cual, un propósito fundamental es lograr la cooperación internacional para resolver problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario y con ello promover y fomentar el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión.
En base a ello, el 20 de noviembre de 1997, la Asamblea General proclamó, en su resolución 52/15, el año 2000 como el «Año Internacional de la Cultura de la Paz».
El 10 de noviembre de 1998, proclamó el período comprendido entre los años 2001 y 2010 como el «Decenio Internacional de una Cultura de Paz y No Violencia para los Niños del Mundo».
El 6 de octubre de 1999, la Asamblea General adaptó, mediante la resolución 53/243, la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, que constituye un mandato universal para la comunidad internacional, en particular para el sistema de las Naciones Unidas, en lo que se refiere a la promoción de una cultura de paz y no violencia que beneficie a la humanidad, sobre todo a las generaciones futuras.
Tal declaración se produjo como resultado del preciado concepto, establecido dese hace mucho, —contenido dentro de la Constitución de la UNESCO— de que «puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz». La Asamble General sigue dando a entender que la paz no solo es la ausencia de conflictos, sino también un proceso participativo, positivo y dinámico donde se fomenta el diálogo y los conflictos se resuelven en una atmósfera de mutuo entendimiento y cooperación.
Teniendo presente los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y especialmente el empeño en preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, la Asamblea General invita a todos los Estados Miembros a que sigan promoviendo la reconciliación, para contribuir a hacer realidad la paz duradera y el desarrollo sostenible trabajando con las comunidades, los dirigentes religiosos y otros agentes competentes, a través de medidas conciliadoras y servicios altruistas, entre otros medios, y alentando el perdón y la compasión entre las personas.