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¿Cuántas víctimas se cobró la Guerra Civil? ¿Dónde hubo más?

“No había nada, nada sobre la tierra… Bajo ella, muertos infinitos yacían en confusión, ahora casi tierra ya también ellos, y todavía lastimada humanidad”. Francisco Ayala dejó por escrito esa visión de “infinitas” víctimas en su Diálogo de muertos, un relato del año 1939 en el que recogía su estupor por la Guerra Civil. Años más tarde, otro escritor, José María Gironella, usó otra referencia numérica para trasladar a sus lectores la inmensidad del drama: Un millón de muertos, título que eligió para una novela sobre la guerra. Expertos en memoria histórica han propuesto al Gobierno un plan urgente para exhumar a unas 25.000 víctimas de la guerra y el franquismo, según adelantó hace unos días la cadena SER.

Los historiadores llevan décadas precisando la cifra de víctimas del conflicto. Para eso se han valido de recuentos, muchas veces locales y dispersos, en los que se incluyen los caídos en combate y también los represaliados fuera del campo de batalla. Pero el de la historia no es el único enfoque posible para calcular el impacto sobre la población del conflicto que enfrentó a unos españoles con otros durante tres crudos años. La demografía, comparando la población que debería de haber tenido España de no haber sufrido el conflicto con las cifras fehacientes de los registros civiles, aporta también sus estimaciones.

La población de España crecía, desde principios del siglo XX, a buen ritmo: un 1% cada año. La epidemia de gripe de 1918 frenó ese incremento, pero enseguida se recuperó la tendencia al alza. Dos demógrafos tuvieron en cuenta esa línea ascendiente para estimar el impacto de la guerra sobre la población. Lo recogieron en un análisis de 2005 Javier Silvestre, de la Universidad de Zaragoza, y José Antonio Ortega, de la de Salamanca, con datos que hoy en día Ortega sigue actualizando. Ambos compararon la población que según la tendencia histórica debía de tener España cada año de la guerra y los tres primeros de posguerra con la que luego, de hecho, registró el país durante aquel sexenio trágico.

La población de España en 1939 contaba 750.000 personas menos que las esperables si no hubiera habido guerra

Entienden los demógrafos que esa diferencia entre población prevista y población real equivale al “daño” que produjo el conflicto. Son los “muertos de más” (o, en términos más precisos, el exceso de mortalidad). Todos los que no deberían de haber muerto, en circunstancias normales. Y la cifra es enorme: 540.000 personas. En esos dígitos se contabilizan no solo los caídos en combate o en las represalias, sino también quienes perecieron por las malas condiciones de vida, la mala salud o la desnutrición; las víctimas en diferido del horror fratricida.

El número también comprende a los más jóvenes. La mortalidad infantil, según cálculos demográficos actualizados en 2016, aumentó durante la guerra en 18.000 muertes más sobre las esperabled, y en 39.000 más si se extiende el cálculo hasta 1942.

Los niños que no nacieron

Con todo, el perjuicio demográfico de la guerra no se limita a los muertos. En su estimación, los investigadores tuvieron en cuenta otro daño añadido: los niños que dejaron de nacer a causa del conflicto y la posguerra. Fuera por la muerte de los posibles progenitores, porque se formaban menos parejas o porque las circunstancias dificultaban que se engendrasen hijos, la natalidad se resintió mucho. Hubo 395.000 nacimientos menos en los tres años de Guerra Civil que los que cabía esperar. Si se tiene en cuenta el periodo de 1939 a 1942, esa cifra asciende a 572.000.

Muertes de más en bebés

En efecto, la España que resultó de la guerra quedó muy mermada con respecto a la que pudo haber sido. En cifras redondas, la población en 1939 contaba 750.000 personas menos que las esperables para aquellas fechas. Y las secuelas se acumularon con los años: en 1942, los registros difieren en 1.150.000 personas de las cifras previsibles para ese año.

Porque si dura fue la guerra, la posguerra no le fue a la zaga en su daño a la natalidad. Destrozado por el conflicto, el país vio cómo el trienio que le siguió cercenaba la población tanto como el periodo bélico en sí. “Al analizar los datos nos llamó la atención que, tras el conflicto, no se diera el rebote esperable en los nacimientos”, apunta José Antonio Ortega. Hasta 1942 se siguieron dando cifras de impacto “comparables a las de la guerra en sí”, añade este profesor del departamento de Economía e Historia de la Universidad de Salamanca. “Eso ocurrió por culpa de las condiciones tan duras de la inmediata posguerra”.

Tres veces más hombres muertos que mujeres

El balance fue atroz: en el período de 1936 a 1939, la sobremortalidad fue de 110.000 hombres y 22.000 mujeres en el territorio “nacional”, y de 154.000 hombres y 59.000 mujeres en el republicano. Por provincias, Madrid registró un 68% más de muertes masculinas entre 1936 y 1942 (es decir, los tres años de la guerra y tres años de posguerra) que las que eran previsibles en periodo de preguerra. La siguieron en incidencia Ciudad Real, Tarragona, Badajoz y Zaragoza. En todas las provincias hubo más muertes de hombres que las previsibles sin guerra, pero, con todo, donde menos hubo fue en Palencia (un 4,5% más de muertes que las previsibles), Ourense y Segovia.

Menos nacimientos por culpa de la guerra

Diferencia en porcentaje entre los nacimientos registrados y los esperables si no hubiera habido conflicto. Periodo 1936-1942.

Si se atiende solo a los tres años de guerra, Madrid y Tarragona acusaron la mayor sobremortalidad masculina: murió un 90% de hombres más de lo previsible. El perjuicio persistió al terminar el enfrentamiento; tres años después de acabar la guerra, solo nueve de las cincuenta provincias mostraban unas cifras de mortalidad masculina normales.

La muerte se cebó con todos, pero más con los hombres. “Aproximadamente tres de cada cuatro muertes en exceso fueron masculinas”, apuntan los demógrafos en su estudio. Entre las mujeres, la provincia de Jaén fue la que registró un exceso de mortalidad mayor entre 1936 y 1942: un 32%, seguida de Huelva y Ciudad Real. En el caso de las mujeres, en varios territorios hubo menos fallecimientos de los esperables. “La razón de estos excesos de mortalidad femenina tiene mucho que ver con las migraciones: muchas mujeres dejaban la zona del frente, donde se registraban incluso menos defunciones de lo normal, como Teruel, e iban a regiones de retaguardia, como Ciudad Real”, explica Ortega.

Las cifras anteriores tienen en cuenta a todos los muertos mayores de un año. Entre los bebés, ya sin distinguir por sexos, la provincia con mayor incremento de la mortalidad infantil debido a la guerra fue, con diferencia, Tarragona, en un 64%. En cuatro territorios, en cambio, hubo menos muertes de las esperables en ese periodo. En la de Las Palmas, un llamativo 9% menos. ¿No resulta paradójico? “En esa zona, la mortalidad infantil antes de la guerra era de las mayores del país. Acababa de conseguir el estatus de provincia en 1927 y eso ayudo a mejorar el saneamiento y la calidad del agua en esos años”, contesta Juan Antonio Ortega.

Los que no nacieron

Con las muertes se interrumpieron no solo la vida de aquellas víctimas, sino que también dejaron de nacer posibles hijos. Muchas parejas no pudieron o no quisieron tenerlos en esas circunstancias. De resultas de ello, en el periodo 1936-1942 la natalidad fue en 576.000 nacimientos menor que la esperable.

Si dura fue la guerra, la posguerra no le fue a la zaga en su daño a la natalidad. Hasta 1942 se siguieron dando cifras de impacto “comparables a las de la guerra en sí”

El fenómeno se registró en todas las provincias españolas, salvo en Las Palmas, con menos nacimientos de los que marcaba la tendencia demográfica antes de la guerra. En Teruel nacieron un 37,5% menos de niños de los esperables; en Huesca, un 35% menos; en Toledo, un 28% menos.

La formación de parejas también se resintió. Las bodas cayeron en gran parte de España (en Teruel se celebraron, durante la guerra, un 63% menos de lo que hubiese sido normal en periodo de paz; en Huesca o Soria, más del 50% por debajo de la tendencia), aunque en algunas provincias se produjo un incremento espectacular: es el caso de Jaén (122% más), Murcia (73%) o Albacete (62%). ¿Por qué? “Porque esos tres casos son de retaguardia republicana, donde aumentaron mucho los matrimonios durante la propia guerra, con un máximo en 1937”, explica Ortega.

Uno de los muertos a los que Francisco Ayala da voz en su relato de 1939 se refiere a las víctimas como “convertidos ya en suelo patrio,(…) en dolor y orgullo de los que aún viven y de los que vivirán después”. Otro fallecido se sorprende de esa alusión a los vivos. De que, al cabo de un conflicto tan mortífero, quedase alguien con vida en España: “Pero ¿sigue la vida? ¿Otros siguen viviendo? ¿No quedó todo detenido de repente un día para nunca más?”.

ELPAÍS

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