jueves, abril 25, 2024
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Consejos de una madre, a su hija

Oye bien, mira con calma; aquí está tu madre, tu señora, de cuyo seno y entrañas te despegaste, te desprendiste; como una plantita, como una yerbita te alzaste, echaste hojas, floreciste; como si hubieras estado dormida y despertaras. Ni vivas de cualquier modo, no vayas por donde sea. ¿Cómo vivirás, por dónde has de ir? Se dice, niña mía, palomita, chiquita, que la tierra es en verdad lugar difícil, espantosamente difícil.

Sábete que vienes, que desciendes, que naciste de gente noble, que eres espina y púa, de nuestros señores, los que nos dejaron, los que ya se fueron a quedar al otro lado, los que habían venido a cuidar la estera y la silla, los que dieron fama y gloria a la nobleza.
Óyeme, que en verdad te digo que eres noble, que veas que eres algo precioso, que aunque seas una muchachita, eres jade y turquesa. Joya fundida y labrada, roja sangre, aguja y púa, pelo y uña, fragmento y astilla de la nobleza. ¿O es que todavía no entiendes lo bastante, que todavía te estás jugando en el suelo con la tierra y tepalcates?

Ya entiendes algo las cosas, las observas. No por sólo tu gusto te degrades, no avergüences por nada a nuestros señores, los señores reyes que nos dejaron al irse, no seas masehual, no acabes como masehual.

Vive en paz en la tierra, entre la gente, pues eres una mujercita; he aquí el trabajo que debes hacer: sé devota de noche y de día, suspirando muchas veces por el que es Noche Viento; suplícale mucho, llámalo a voces, abre tus brazos ante él en tu alcoba, al acostarte.

No le tomes sabor al sueño; despierta, incorpórate, levántate de pronto a la media noche, ve postrada sobre los codos y las rodillas, luego párate, haz tu inclinación y reverencia, llama a voces al señor, a nuestro señor, al que es Noche y Viento, pues él gusta de oírte por la noche; entonces tendrá piedad de ti, entonces te dará lo que mereces.

En segundo lugar, he aquí lo que te aconsejo, lo que te suplico, criatura, hija mía, y que ya sabes muy bien: no avergüences a nuestros señores, de quienes desciendes, no eches polvo y basura sobre su tinta roja y negra, no avergüences en nada a la nobleza.

No quieras no más, enseguida, el trato carnal, ni saber las cosas que se dicen sucias, impuras, que aunque en verdad cambies, ¿Te harás por ello una diosa? No te des prisa a echarte a perder. Ve con calma, ve con mucha calma.

 

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